Inspirado en la saga de Stephen King, "La Torre Oscura".
Como una cascada de irradiante agua cristalina, la luz
bañaba la sala de un ocre apagado sobre un fondo índigo, como un paisaje
portuario en una puesta de sol. La puerta negra como el carbón, estaba
completamente cerrada, nada se oía, nada oían. Una vela rugosa, ligeramente
consumida, una pluma de un negro vívido, un pergamino ondulado, e inquietantes
sombras, lánguidas pero extensas, teñían la mesa que, impasible, reposaba en el
centro de la sala. La llama incandescente se mantenía firmemente erguida sobre
la vela como una estirada gota en su último intento por permanecer en labios
sedientos, nada en aquel ambiente sosegado era capaz de perpetrar su esbelta
forma. Un suave y ascendente hilo grisáceo surgía de la punta de aquella gota
ardiente que se desvanecía en una borrosa sombra más allá.
Abajo, sentado,
encogido y en una esquina, un niño de rostro perdido. Una cinta rojiza y
deshilachada le alza su abundante melena gris, que otrora fue de un precioso
tono pardo, por encima de sus ojos pálidos. Cabizbajo observa de reojo el ocre
que emerge de la vela. Sus ojos se humedecen lentamente, él sigue observando
como el humo se eleva sin descanso para desvanecerse sin más. Pesadas gotas
brotan de sus ojos melancólicos y caen sobre su regazo, dejando un reflejo fugaz
de un anaranjado tono esperanzador. Sus manos, temblorosas, aprietan con fuerza
sus delgadas piernas contra su desnudo pecho. Un ligero calambre recorre todo
su cuerpo erizándole el bello. Diversas gotas transparentes dan la bienvenida
por los enjutos orificios de su nariz, sin intento alguno por retenerlas, caen
libremente sobre sus rojizas y menudas rodillas. Descalzo sobre un amarillento
suelo helado reposa sus huesudos pies, delgados y de un tono morado.
-No llores, se fuerte
Jak, el vigor no es pan y vino, el coraje no es físico, el espíritu no es
inmune al dolor, todo fluye en una misma dirección. Es el nexo que se alza ante
ti como una pérfida torre, el hogar de tus sensaciones, tus debilidades, tus
problemas, y sobretodo de tus deseos. Debes controlarlo, encontrar la tan
anhelada puerta que olvidaste de cerrar allá, en algún lugar de tu mente
perdida. Nunca olvides que algo se puede perder, pero nada desaparece como el
dichoso humo de la vela que se desvanece cautivando toda tu atención-.
La llama empieza a encoger, el aire se vuelve pesado y la
ansiedad comienza a brotar de las paredes como enormes y peludas arañas verdes,
con un resplandor intenso que ilumina sin luz la sala, cada vez más oscura. Del
techo cuelga con astucia una inmensidad verdosa acechando lentamente al único
presente allá abajo. Por el suelo, como un ejército de no muertos empiezan a
surgir una infinidad de diminutas criaturas verdosas de aspecto putrefacto y
gelatinoso. Todo se acerca a él con el mismo propósito, impedir que encuentre
la maldita puerta, dejarlo vagando por un mundo de locura, ansiedad, odio y
sufrimiento.
-No es real Jak, lo
sabes, no es en absoluto real. Recuerdas aquella canción que dice -“I don’t
want to see you like this”- la recuerdas ¿verdad?, escúchala, ¿la puedes oír?,
si que puedes, lo sé, porque es tu cordura que pende de un delgado hilo y aún
la sostienes -“I’m in two halves inside”- preciosa, como un deseo cumplido. ¿Qué
deseas Jak?, ¿qué parte de ti deseas olvidar? -“I choose to leave it here”-
¿sencillo, verdad? -“Cause we all leave
courage's side”- ¿qué has dejado de
lado Jak?, no lo puedes recordar, no es tan sencillo, pero puedes olvidarlo,
puedes escoger dejarlo allá, olvidado -“It makes you sad but you can't fill the
gaps”- solo tienes que sentirla en ti, la canción te advierte, la canción te
guía, la canción te desea como tu la deseas, porque es tu cordura, no lo
olvides nunca, o el frágil y delicado hilo se romperá, para siempre.
I don't want to, don't
want to
Don't want to see you like this
And I don't want to see you like this
I don't want to see you like this
Don't want to see you like this
And I don't want to see you like this
I don't want to see you like this
Jak se levanta en un ademán casi involuntario y su rostro se
torna oscuro y muerto. Las criaturas
se desvanecen como aquella bocanada de humo allá arriba. La sala recupera su
ocre inicial. La llama crece a una velocidad exorbitante, alcanza su altura y
firmeza inicial y se detiene como si de un mecanismo electrónico se tratase. La pluma se desplaza sobre la mesa
dejando tras de si un delgado rastro de tinta negruzca como si de repente
hubiese entrado una brisa intrépida en la sala. Finalmente el pergamino se alza
ante Jak como tendido del aire, sujeto por fuerzas sobrenaturales.
Erguido en medio de la
sala, con una lisa y desquebrajada camisa cubriéndole parte de la espalda y la
barriga, un pantalón deshilachado con enormes agujeros y una melena grisácea
cayendo libremente sobre sus enjutos hombros, está Jak. Alza lentamente el
brazo, como si fuese una maciza bola de acero, hasta alcanzar la pluma, que
permanecía allá, sobre la mesa, como un cadáver que en su última esperanza se
arrastró dejando un viscoso rastro rojizo tras él. Observa el pergamino con
detenimiento, como si pudiera leer algo sobre aquel sucio y ocre trozo de papel
vacío. Atiende con una mueca y se dispone a pintar algo. Una carta, otra carta
y una torre. Bajo la primera carta dos palabras, bajo la segunda una frase y un
dibujo y bajo la torre un reloj, un reloj de arena ya consumido.
La sala se ilumina súbitamente como un relámpago ilumina las
calles de Barcelona en un día de lluvia. El pergamino se desvanece en una
bocanada de polvo ocre que forma rápidamente un remolino dorado encima y en el
centro de la mesa, que aún permanece impasible a su entorno. La vela se apaga
como si un fugaz vendaval la hubiese arroyado con astucia. Un suave haz de humo
negruzco asciende con una ligera curvatura sobre la punta de la vela,
desvaneciéndose rápidamente ante los ojos vacíos de Jak. La danza dorada que se
recrea en el centro de aquel lúgubre lugar cautiva toda la atención de Jak.
-Concentrate Jak,
debes olvidar cada una de las dos cartas, sin vacilar pues el reloj de arena
hace una eternidad que llegó a su fin. Tu cordura pende de un hilo, tus
recuerdos se solapan como hojas de un ocre envejecido que caen sobre un
frondoso campo verde, y se encuentran ocultos, allá, al final de la puerta, en
la dichosa torre. No intentes recordar Jak, solo debes olvidar…-
Jak sube repentinamente en la mesa y se lanza contra la nube
de polvo dorado. Un ardor recorre todo su cuerpo cuando entra en contacto con
aquel espesor dorado que flota inexplicablemente. La sala empieza a ondularse y
retorcerse sobre si misma ante sus ojos confusos. Le invade una sensación de
vértigo cuando la sala empieza a extenderse en un largo y estrecho pasadizo sin
fin. La sala se empequeñece progresivamente y Jak siente su enormidad ante
aquella realidad un hecho.
Jake empieza a correr
desesperadamente por aquel improvisado túnel mientras aquel lugar intenta
engullirlo sin miramientos. -¿Qué me está pasando?, solamente quiero vivir,
quiero sentir que sigo en pie, quiero leer un periódico mientras me tomo una
taza de café a la luz del primer sol de la mañana, ¿qué fue lo que me trajo a
este lugar?, ¿realmente lo merezco?, yo… yo lo hice, ¿verdad?, la primera fue
mi culpa…-
Jak se detiene y cierra dolorosamente sus ojos, temblorosos,
otra vez vivos, otra vez húmedos.
-¡Pero la segunda no!,
¿qué otra cosa podía hacer?, yo, yo solo intentaba pasar página, ya sabes,
fumar y emborracharme hasta que distinguir un BMW de un Mercedes fuese
jodidamente difícil.-
“El reloj de arena se
consumió hace una eternidad”, se repite en la cabeza de Jak como una campanilla
aguda y jodidamente dolorosa.
La sala se vuelca sobre él y tras un agudo dolor despierta
en el suelo de un salón, con un brazo bajo la espalda, pegado al sofá y en el
otro brazo una botella de Jack Danields.
Se levanta con ardua dificultad, la cabeza le da vueltas y
pesa como una cadena perpetua. Tras resbalarse dos veces consigue mantener el
equilibrio.
-Mierda, esto es una
mierda, no ha servido de nada, ¡esa puta droga no me ha servido de nada! Sigo
aquí, sigo sabiéndolo, yo los maté, yo los dejé caer por aquel acantilado, los
dejé caer y vi como caían y oí como gritaban, como suplicaban una ayuda que
nunca les llegó.-
Jak se echa a llorar como un niño que ha perdido su juguete,
las lágrimas emergen de sus ojos con fuerza y sin descanso, caen sobre la moca
del salón y se funden en ella dejando un rastro de dolor, de rabia y de odio.
-No puedo olvidarlo,
joder, está ahí, incrustado en mi puto cerebro… Y siempre la misma mierda, cada
mañana lo recuerdo tan vívido como el día que ocurrió y me duele, me duele
hasta que vuelvo a la segunda carta, hasta que compro otra de Danields, hasta
que la vacío con gula, con ansia y otra vez, otra vez a mi sala, a mi mente
perdida, a mi vacío de terror, que ni soñando me deja tranquilo, que me castiga
obligándome a olvidar aquello que solo puedo recordar.-
Porque el reloj de
arena se consumió hace una eternidad, y eso es la verdad, y eso es
inquebrantable.
Tras unos ojos consumidos por la melancolía, por la angustia
y la impotencia, tras una húmeda capa de dolor, aquellos ojos, sus verdaderos
ojos, vislumbran dos sombras rectangulares y una esbelta torre fundida a su
lado. Lentamente adquieren nitidez y los distingue sin dificultad.
Una enorme guadaña empuñada por una sombra oscura y tétrica,
debajo, escrito, El huérfano.
Un rostro con ojos de búho, blancos en su totalidad,
boquiabierto como un silencioso grito de agonía plasmado en un rostro muerto.
Bajo el retrato, escrito, Un nuevo
compañero en tu vida, a su lado, una cara con una vil sonrisa.
Y la torre, allá erguida, tan bella como un sol lejano, como
una brisa perdida que porta tu vida sin rumbo, que vaga por la eternidad como
un vaivén, sin un maldito objetivo, sin un jodido fin.
Gracias por deleitarnos con una historia jodidamente increíble King.